Una Enfermera de Trinchera
Martes 24 de marzo de 2020
Escribe estas líneas una enfermera con más de 30 años de experiencia en el hospital Ramón y Cajal de Madrid. Me dirijo a los medios y a sus lectores con la esperanza de que nuestras demandas sean, al menos, escuchadas.
Ya se han publicado muchos testimonios e incluso El Confidencial ha recogido el de un compañero que se pregunta “como se puede ganar una batalla si a los soldados de primera fila no se les dan ni armas para su defensa”. No pretendo solidaridad ni palmas de balcón. Necesitamos armas no ya para atacar al virus, sino para no caer víctimas de él. Si el personal sanitario cae, y lo está haciendo, no habrá nadie para atender a nuestros abuelos, no habrá nadie para atender a nuestros padres, no habrá nadie para atender a nuestros compañeros. No podremos atenderte, seas quien seas.
Y por eso necesitamos que estos problemas sean primero conocidos y después atendidos:
Prácticamente a diario cambian el protocolo de protección sin base científica alguna para justificarlo. La razón es que no hay EPIs. No hay ni mascarillas para atender.
Muchas compañeras enfermeras están cayendo enfermas y no contratan a más.
Estamos tan saturados de trabajo que durante nuestra jornada no tenemos tiempo ni de beber agua. Actuamos prácticamente de manera automática, es lo que tu cabeza provoca cuando llevas varias horas seguidas sin parar ni un segundo. Y creo que no hace falta que mencione lo peligroso que es que el personal que ha de cuidarte actúe sin siquiera tiempo ni fuerzas para ser consciente de lo que hace. Eso sí, entre habitación y habitación, sin material para reemplazar, muchas tenemos que parar porque una compañera estalla en una crisis de ansiedad, cae por agotamiento o se echa a llorar (unos días unas, otros días, otras).
No lloramos por nosotras. El cansancio afecta, sí, pero lo que nos destroza es el silencio que lo invade todo. Cada vez que abrimos una puerta ese silencio nos atrapa porque los pacientes no hablan, ni aun estando acompañados por otro. No encienden la televisión. No llaman al timbre. Solo dan las gracias cuando les atiendes. Al principio no sabemos si son personas que tienen algún problema de comunicación, pero cuando te diriges a ellos la mayoría pueden hacerlo. Es un silencio de resignación absoluta. Más personal también es mejor atención, no sólo en el tratamiento, sino en el tiempo para intercambiar unas frases con personas completamente aisladas.
Al menos en mi centro, la ratio de personal no tiene ningún sentido. Para 36 enfermos hay 3 equipos, compuesto cada uno por 3 médicos y 4 enfermeras. No se cumple la ratio médico-enfermera-paciente.
Por si esto fuera poco, a las que estamos contratadas y podemos seguir trabajando nos están eliminando días descanso porque “no hay personal” mientras en la sanidad privada se están realizando ERTES.
Apelo a las dotes de investigación de los y las periodistas para encontrar en qué eslabón de la cadena es el que está fallando y a la cordura de quien lo pueda leer para que en este caos alguien con cabeza y capacidad de gestión actúe. Si estamos en guerra necesitamos compañeras de trinchera. Si estamos en guerra necesitamos poder defendernos. Si no podemos cuidarnos, no os podemos cuidar.
Una enfermera de trinchera
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