Para muchos, la crisis del COVID en el barrio de Salamanca han sido las caceroladas y manifestaciones de Jorge Juan o Núñez de Balboa.
De nuevo se confunde el distrito con uno sólo de sus barrios y a sus 140.000 vecinos con un puñado de inconscientes.
Siendo uno de los distritos de mayor renta per cápita de Madrid, no hemos visto las colas del hambre de otros barrios. En Salamanca, la procesión de la pobreza vergonzante, de la soledad no deseada, de las carencias sociales severas, va por dentro: hay un importante grado de envejecimiento y de desigualdad.
Aunque desde el primer día, los grupos políticos ofrecimos colaboración leal a la Junta de Distrito de Salamanca, nuestra sensación es agridulce: cerró todos los servicios, coordinó las ayudas con sus servicios sociales e intentó paliar la suspensión de los contratos.
Sin embargo, ¡qué poco apoyo a las asociaciones vecinales!, cheques de alimentos en Alcampo y no en las tiendas del barrio como pedimos y la opacidad como norma en el drama de las residencias de mayores o evasivas con los colchones abandonados que hemos denunciado.
Toca remontar entre todos y estar a la altura de lo que se nos viene encima.