“El peor año de la historia reciente de nuestra hostelería es el mejor para rescatar la primera novela underground sobre los bares de Madrid”, subraya el escritor y cineasta Antonio Dyaz, editor de Harkonnen Books. Según datos de Hostelería Madrid, el 20% de bares y restaurantes de la región ya ha bajado el cierre definitivamente a causa de la crisis del Covid-19. Si no hay ayudas directas de financiación, se prevé que a final de año desaparezca más del 40%.
Bar se publicó en 1995, dentro de la colección Los libros del cuervo, dirigida por Alberto García-Alix y el influyente promotor cultural Borja Casani. Éste también editaba por aquel entonces la revista El Europeo, donde Caimán Montalbán escribía relatos cortos. “A Jim Jarmusch le fascinó la novela y quiso llevarla al cine, pero su autor desapareció en uno de sus viajes por México”, desvela Dyaz, ahondando en el misterio de una joya literaria que cayó en el olvido.
El pintor Toño Camuñas ilustra la portada de la nueva edición, ya a la venta en eBook (4,99€) y en tapa blanda cuadrada con solapas (20€) desde Harkonnen.es, todas las plataformas digitales (Amazon), así como en grandes tiendas (La Central, Casa del Libro, FNAC, El Corte Inglés) y más de 800 librerías convencionales del territorio nacional.
El camarero veinteañero Lobo Tirado sobrevive en el Madrid de los primeros 90. Cada noche desciende a su infierno terrenal, una dura realidad entre la orgía y la agonía a ritmo de alcohol, cocaína, sexo y puñetazos. Sin embargo, se libera cuando sale al balcón de su piso a fumar un canuto, contemplando las nubes soleadas.
Escritura cruda, acerada y seca, desde las vísceras. La franqueza de su estilo en primera persona resuena a Bukowski y Burroughs. Transmite la personalidad de quien no mira atrás, asume sin ornamentos innecesarios un presente descarnado, pero siempre vital. “Las redes sociales han robado la humanidad a los bares de hoy”, denuncia Caimán Montalbán, que por entonces ponía copas y se ganaba la vida como pincha discos: “Bar combina experiencias y visiones de muchos que conocí, algunos ya muertos por sus excesos o por suicidas”. “Aquellos bares eran más violentos y primitivos, pero ahora me entristece ver a parejas y amigos que se aíslan en sus móviles a pesar de compartir mesa”, lamenta el autor.
Con retazos autobiográficos, Bar te sitúa detrás de la barra para mostrarte a los personajes de una ciudad (quizás no tan) remota: macarras neuróticos e inadaptados, alcohólicos pirados y perdedores, fanfarrones machitos y cobardes, inocentes con ganas de enamorarse, musas imprevistas y viciosas, gorilas, esclavos, camellos, secretas, cocainómanos, porreros… Tan escalofriante como tierno retrato psicológico del extinto garito madrileño.
“Barras donde se fumaba y se esnifaba, donde se vomitaba, se golpeaba y se sangraba, donde el machismo campaba a sus anchas”, recuerda Antonio Dyaz. “Barras vírgenes, injustas y brutales, que por fortuna ya quedan lejos”, añade.
Así eran muchos bares de antes. En un fresco tono pulp, los diálogos de Bar reflejan aquella complicidad entre “camareros sonados y bebedores pasados de rosca”. Aunque separados por la barra, unos y otros compartían el mismo mundo absurdo, o extraño. Así, las sensaciones etílicas de sus disertaciones también beben del surrealismo de Luis Buñuel, fuente reconocida del autor.
Apenas hay una foto nítida de un escritor maldito para muchos, que escapó a México tras publicar su primera novela, quizás temeroso de su propio éxito. Sólo un año antes (1994) José Ángel Mañas había sido finalista del Nadal con Historias del Kronen, obra a posteriori generacional también ambientada en un bar del Madrid de los 90. Caimán Montalbán no da explicaciones: “Las cosas sucedieron de rebote, andaba más bien perdido, como el protagonista de Bar”.
El autor mantiene con México una duradera relación, tan literaria como espirituosa. Allí ya había publicado en revistas y firmó su última colaboración, el guion de El sueño del caimán (2000), coescrito con el director mexicano Beto Gómez. Historia fronteriza de amor y odio entre ladrones de uno y otro lado del charco, nadadores a contracorriente de la vida. “Los caimanes son los príncipes de barrio, los eternos niños, los eternos soñadores. Todos llevamos uno dentro”, decía Beto Gómez en su estreno español. En 2001 la cinta compitió en el Festival de San Sebastián.
De la costa oaxaqueña se trajo la cultura del mezcal, caldo místico entonces marginado en Madrid y que sirve, desde hace 20 años, en La Catrina a su propia galería de amigos pintores, fotógrafos, actores, cineastas, músicos y vividores. Su carta trabaja palenqueros y agaves de múltiples áreas del país, desde espadines cultivados a otras silvestres: Cenizo, Tobalá, Cupreata, Madrecuixe, Tepextate, Tobasiche, Barril… Además, tequila, cócteles y tacos de guisado.