Alguien tiene que morir era una de las series más esperadas del año. La expectación ante el primer drama del director mexicano Manolo Caro, que venía de sorprender con su humor en La casa de las flores, era grande, y más cuando se confirmaba el gran reparto que daría vida a las familias protagonistas de la ficción.
Carmen Maura, Cecilia Suárez, Ernesto Alterio, Alejandro Speitzer, Ester Expósito, el galardonado bailarín mexicano Isaac Hernández, Carlos Cuevas, Pilar Castro y Mariola Fuentes conforman un elenco del que la propia Maura habla maravillas: "Fue una gozada el reparto. Está genial. Todos están en sus papeles tan bien y tan creíbles".
No sólo el apartado de la interpretación está asegurado, sino que Caro también ha sabido rodearse, tras las cámaras, de un equipo de excepción con la clarividencia de Carla Notari (Dolor y gloria, Relatos salvajes, Los abrazos rotos) en la dirección artística; la calidad musical de Lucas Vidal -ganador de un Emmy y dos Premios Goya- (Palmeras en la nieve y Nadie quiere la noche) y el gusto de Paola Torres (Dolor y gloria, Volver, La mala educación) en el diseño de vestuario.
Todos estos ingredientes y una gran historia, que va a tocar los puntos débiles de una sociedad que (desgraciadamente) no ha cambiado tanto en todo este tiempo, configuran Alguien tiene que morir, un proyecto al que la ganadora de cuatro premios Goya, Maura, se apuntó desde primera hora: "Trabajar con Manolo me hacía mucha ilusión y habría hecho lo que me hubiera propuesto hacer, me daba igual si era drama o comedia".
En este caso se trata de un drama en el que interpreta a Amparo, una abuela de clase acomodada con mucha "mala leche" a la que no le hace ninguna gracia ver que su nieto Gabino (Speitzer), que vuelve a España tras una década en México, y regresa a casa acompañado de un bailarín mexicano (Hernández) con el que podría mantener una relación.
Una vez aqí, las libertades que había conocido en el país latinoamericano comienzan a resquebrajarse, y cada personaje que aparece en la ficción tendrá algo que decir. "Es muy importante la atmósfera. Se habla de un contexto familiar, un pequeño infierno entre las paredes de la familia, pero podría existir en cualquier parte del mundo, en otra época y con otra ideología", dijo el mexicano, quien explicó que fue muy importante el trabajo de documentación y que con ello logró contar lo que quería. "La ley de vagos, maleantes y homosexuales no se había abordado de esa manera, y nos tocó hacerlo", expresó.
El tratamiento de la homosexualidad en aquella España de los 50, así como el choque de culturas son los dos pilares sobre los que se asienta la ficción, que busca, según Caro, "que las nuevas generaciones tengan acceso a parte de la historia que no debemos olvidar".
Es maravilloso fijarse en aquellos pequeños detalles de la serie que dan cuenta de cómo el conservadurismo y esa lucha por imponer una cultura sobre otra e impedir la "invasión" del libre pensamiento se hacen dueños de la escena, generando, precisamente, ese ambiente de oscuridad y negrura -literal y figurada- que Caro deseaba reflejar.
Desde la oscuridad y sobriedad de la composición, pasando por el vestuario, hasta el más magnífico de los detalles, el acento del personaje de Cecilia Suárez (Mina), una mujer mexicana a la que España y la subordinación a su marido (Ernesto Alterio) le han quitado incluso su acento mexicano, que se atisba en determinadas palabras y giros.
Con el franquismo como telón de fondo y la diferencia de clases entre un bando y otro, la ficción también se interna en el tratamiento de la mujer, aquello que los personajes de Suárez y Ester Expósito –una joven de 17 años, títere de su propia familia, que la empuja a casarse con Gabino- representan.
Son muchos los temas con los que Caro se 'atreve' en ese intento -muy bien ejecutado- por dar al público una bofetada de realidad sobre aquello que pasó en los 50 pero que también tiene lugar, tristemente, en 2020. "Tenía muchísima confianza en que sabría hacerlo", dice Maura del trabajo del mexicano.
La miniserie de tres capítulos se emite a través de Netflix, pero las diferencias con La casa de las flores son notables: ahora se trata de un drama-thriller. Sin embargo, la estética del mexicano se reconoce y sigue haciendo hincapié en los secretos y en la doble moral.
El estreno se ha producido entre la polémica en Twitter sobre por qué Caro no incluye representación racial en sus proyectos. Pero el director, aunque dijo no querer entrar en controversias de este estilo, aceptó que está aprendiendo de todo y siempre tratando de mejorar porque está "en la causa".
"En lo que hago estoy intentando hacerlo lo mejor posible, estoy aprendiendo, así como sucedió con la polémica de La casa de las flores con Paco León (interpretaba a una mujer trans). Ojalá se le exija tanto a nuestros políticos como a los que hacemos entretenimiento. No me deslindo de mi responsabilidad, pero estoy en el trabajo de aprender", expresó Caro.
De acuerdo a lo expresado por el elenco, el director fue el encargado de mantener el buen ambiente en el rodaje, transmitiendo su positividad y su energía a todo el equipo, a la vez que todos se guiaron de sus indicaciones para construir a los personajes que, aunque eran complejos, ya estaban muy trabajados por Caro.