Expresionismo es el nombre que recibe el arte que adopta como tema estados mentales, que al ser representados en toda su fuerza distorsionan la forma normal de las cosas. Fue un movimiento esencialmente alemán, si bien tuvo a sus precursores en el belga Ensor y el noruego Münch.
Esta vanguardia, esencialmente pictórica, que se desarrolla en Europa en los albores del siglo XX, no cuenta en España con una relevante presencia en las principales pinacotecas. Por esta razón es de mayor interés esta exposición. Con esta muestra, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, arranca la conmemoración en el museo del centenario del nacimiento del Barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, que se celebra en 2021. Para ese año, hay previstas otras actividades tanto en el Museo Thyssen como en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Cuando el Estado adquirió la mayor parte de la colección Thyssen, entraron de forma relevante los maestros expresionistas dentro de las colecciones nacionales. Además de las obras del propio museo, se suman en la muestra pinturas expresionistas que quedaron en manos de su mujer, Carmen Thyssen-Bornemisza, y de los hijos del Baron.
Las pinceladas expresivas, los colores antinaturales y contrastantes de los expresionistas atrajeron de inmediato la mirada del barón Thyssen. Su interés se centró, en primer lugar, en las obras del grupo 'Die Brücke' (el Puente), de Dresde, y más tarde en los componentes del 'Blaue Reiter' (el Jinete azul), activos en Murnau y Múnich, y en otros expresionistas que desarrollaban su actividad paralelamente. Todos compartían una misma forma de entender el arte, que partía de la visión interior del artista y sustituía la imitación de la realidad por la invención de una realidad nueva.
Los expresionistas del Brücke aspiraban tender un 'puente' entre las esencias del pasado germánico y un futuro utópico, pero también entre la vida y el arte. El taller fue para ellos un laboratorio de nuevas ideas, decorado con esculturas cercanas a las de los pueblos primitivos, batiks estampados o muebles rústicos fabricados por ellos mismos, para reivindicar una era preindustrial pura y sin contaminar. También fue esencial para este movimiento de vanguardia la relación entre el hombre y la naturaleza, y el paisaje se transformó en su estudio al aire libre.
El hecho de que estos artistas fueran perseguidos por el régimen nacionalsocialista fue un aliciente para coleccionar sus obras. Para el Barón era una forma de recuperar la memoria de un cuadro, una manera de salvarlo del peligro del olvido.
Desde la subida al poder de Hitler, el régimen nacionalsocialista puso en práctica su política de depuración artística y organizó diversas exposiciones de condena, entre las que 'Arte degenerado' es la que más ha quedado marcada en la memoria histórica del arte del siglo XX. Se abrió en Múnich, la capital del nazismo, en julio de 1937, y recorrió diversas ciudades del país. Varias pinturas hoy en las colecciones Thyssen y que entonces formaban parte de los fondos de los museos alemanes fueron requisadas y denigradas por los nazis. Entre ellas, la más destacada sin duda es Metrópolis (1916-1917), de George Grosz. El cuadro, adquirido en 1924 por la Kunsthalle de Mannheim, fue confiscado e incluido en la mencionada exposición difamatoria de 1937, en la que, sobre las pinturas de Grosz, podía leerse: “Arte como herramienta de propaganda marxista contra el servicio militar”.
Tras la guerra, la rehabilitación de los expresionistas fue prácticamente inmediata. En los primeros años de la posguerra, se puso en marcha una intensa labor de recuperación del arte moderno alemán, para intentar redimir el infortunio sufrido durante el nazismo. Los museos alemanes volvieron a adquirir sus obras y se multiplicaron las publicaciones y exposiciones sobre este movimiento para devolverle la dignidad ante el público alemán.
Es relevante destacar que Hans Heinrich comenzó a adquirir obras de los expresionistas justo en los inicios de su revalorización y que, con su actividad coleccionista, contribuyó en gran medida a su rehabilitación. A La joven pareja (1931-1935), de Nolde, su primera compra en mayo de 1961, siguieron otras ese mismo año como Casa en Dangast (1908), de Heckel, o Feria de caballos (1910), de Pechstein, hasta llegar a adquirir una treintena de pinturas en años sucesivos.
El barón Thyssen fue un coleccionista interesado por la historia de los cuadros que adquiría y se sintió especialmente atraído por obras emblemáticas, que contaran con un pasado memorable. El sueño es sin duda el mejor ejemplo. El cuadro fue regalado por Marc a su compañero Kandinsky poco después de terminarlo. Durante el tiempo que este estuvo en Rusia (de 1914 a 1921), la obra quedó bajo la custodia de Gabriele Münter y fue presentada, por deseo expreso de Maria Marc, esposa del pintor, en las exposiciones celebradas en Múnich y Wiesbaden en 1916 con motivo de la muerte de Marc. Años después, fue seleccionado para la International Exhibition of Modern Art de la Societé Anonyme celebrada en Nueva York y en varias ciudades americanas durante 1926 y 1927. Cuando el barón Thyssen la compró todavía pertenecía a Nina Kandinsky, segunda esposa del pintor.
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Hasta el 14 de marzo