Su empeño, dice Lorenzo Silva, no era hacer un relato bélico o de aventuras, ni tampoco político ni sentimental, "sino, recoger y sintetizar con la mayor integridad posible unos hechos que revelan el carácter de un pueblo -el castellano- y que fueron determinantes en la constitución de otro -el español-".
"De los dos me siento parte y, por tanto, no me acerco a ellos con la frialdad del historiógrafo -si es que esta existe-, pero tampoco con la ligereza del que simplemente ensarta anécdotas para agitar o pasar el rato", explica el autor.
La épica revuelta de las gentes de Castilla contra el abuso de poder de Carlos V culminó en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las tropas imperiales arrollaron a las de las Comunidades de Castilla y decapitaron a sus principales capitanes: Padilla, Bravo y Maldonado. Aquella jornada marcó el declive definitivo de un próspero reino que se extendía a lo largo de tres continentes.
Lorenzo Silva considera que "un castellano y español del siglo XXI no puede aspirar a hacer una lectura neutral de aquellos hechos: sólo puede intentar que sea honrada, y eso he procurado", recalca.
La historia de la revolución comunera "tiene muchos ecos en la España de hoy, y quizá esos ecos sean aún más significativos en tiempos que ofrecen indicios de desequilibrios y amagos revolucionarios, incluso airados, contra las estructuras preexistentes", indica Lorenzo Silva.
Preguntado por las similitudes con la situación actual y el uso de la palabra 'libertad' -defendida por los comuneros- en la reciente campaña electoral madrieleña, Silva explica que Madrid se ha convertido en "catalizador del nacimiento y muerte" de la nueva política.
"El pueblo de Madrid ha ido contra una forma de gobernar que no ha gustado y es cierto que ha habido un voto de castigo al poder. No se trata de un mensaje de las élites o las oligarquías, porque todos han ido a votar contra las fuerzas derrotadas, que además están en el Gobierno".
El autor asegura que no quiere entrar en si el "viraje desde Madrid contra el poder es justo o equivocado", al tiempo que ha comparado este cambio con el surgido con el 15-M desde la Puerta del Sol, que estos días celebra su décimo aniversario. "Fue una explosión de personas descontentas contra el sistema, ya que pagaban los platos rotos de la crisis. Y ese movimiento tectónico de población provocó un viraje en la política", ha explicado.
En alusión a la campaña de Isabel Díaz Ayuso, en la que daba a elegir entre 'libertad y comunismo', estima que "el problema de la palabra 'libertad' es que es demasiado amplia y cada uno la identifica como quiere. Pero, la libertad es también la defensa de tu propia idiosincrasia contra el poder y sus excesos", apunta.
En Castellano, el autor madrileño mezcla su propia experiencia personal -viviendo a caballo entre la capital española y Barcelona- con el relato de esos dos años convulsos del siglo XVI, con una rebelión impulsada por los capitanes Padilla, Bravo y Maldonado contra una forma de gobernar que entendían abusiva.
"La conclusión que se puede sacar hoy en día es que quien tiene el poder experimenta una sensación grande de imponer y valerse de ese temor o encogimiento ante el poder. Se genera una ilusión óptica, que le lleva a creer que puede hacer lo que quiera, y eso es muy peligroso, como vemos con Carlos V", ha indicado.
En cierto modo, Castellano puede llegar a entenderse como una reivindicación de pertenencia a Castilla a través de varias generaciones, aunque Silva matiza. "La identidad puede ser algo estupendo o terrorífico, porque todas las virtudes tienen su reverso oscuro", alerta.
"Si planteamos la identidad como herencia o un legado cultural de valores, eso está bastante bien: de hecho, forma parte del patrimonio cultural. Pero, si se convierte en un garrote para que quien no cumpla los parámetros impuestos, se le atice, pues es una realidad terrorífica", lamenta.
Respecto al movimiento de los 'comuneros', sostiene el autor que se trata de "la primera revolución moderna" -por delante de la Revolución Francesa o las Cortes de Cádiz en España-, en la que estuvieron implicadas no sólo las élites, sino que también había implicada una parte de la población muy desfavorecida.
"¿Que muchas clases altas defendían sus intereses en estas revueltas? Pues sí, pero si sólo se tratase de una reivindicación económica, sería difícil de entender que llevaran todo esto hasta la muerte", concluye Silva, añadiendo que el de los comuneros fue un movimiento que "invocó las libertades, pero siempre dentro de la ley y el derecho".