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La historia paleontológica de Madrid

Fósiles, reconstrucciones de animales y paisajes, entre otros elementos, trasladan al visitante a la historia geológica y paleontológica de la región. (Foto: Comunidad de Madrid).

La institución experimenta un profundo cambio de naturaleza y pasará a ser un Museo Arqueológico y Paleontológico

Redaccion | Sábado 25 de diciembre de 2021
La Comunidad de Madrid amplía las salas expositivas del Museo Arqueológico Regional con la apertura de un nuevo espacio dedicado a mostrar la riqueza paleontológica de la región, que lleva el nombre del reconocido experto en la materia Emiliano Aguirre, fallecido el pasado 11 de octubre.

Esta ampliación complementa el proyecto de musealización y supone un cambio trascendental de la propia naturaleza de la Institución, que pasa a llamarse Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid.

La consejera de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, ha inaugurado as nuevas instalaciones, acompañada de la directora general de Patrimonio Cultural, Elena Hernando; del director del Museo Arqueológico Regional, Enrique Baquedano, y del profesor de Investigación del CSIC y asesor científico del nuevo espacio, Jorge Morales.


Yacimientos y restos de fauna

Esta disciplina académica surge en España a mediados del siglo XIX, vinculada a los primeros hallazgos de fósiles en las terrazas del río Manzanares (yacimiento de San Isidro), un espacio privilegiado por su singular riqueza geológica y paleontológica.

La Comunidad de Madrid es especialmente rica en restos de fauna, sobre todo del periodo Mioceno (entre 23 y cinco millones de años), con algunos yacimientos de referencia mundial.

La exposición muestra algunos de ellos y, sobre todo, aprovecha la colección del Mioceno superior procedente del Cerro de los Batallones (Torrejón de Velasco), verdadera referencia por su interés taxonómico y tafonómico.

Durante la visita al nuevo recinto, el visitante realizará un recorrido sobre la evolución producida en el ambiente ecológico de Madrid, que llegó a tener una riqueza y variedad faunística similar a la que hoy se conserva en las sabanas africanas, a través de fósiles y montajes anatómicos, entre otros elementos.


El itinerario se acompaña de recreaciones paisajísticas de gran calidad científica y artística, obra del paleoartista de reconocimiento internacional Mauricio Antón. Ofrece, también, junto a las piezas, una posibilidad de acercamiento a esta disciplina, tanto para el público en general como para el más especializado, fomentando la inquietud de conocimiento entre los más jóvenes y despertando así vocación investigadora.


Maestro de geólogos, biólogos y arqueólogos

La influencia de Aguirre como creador de vocaciones científicas es ampliamente reconocida. Nacido en Ferrol (A Coruña), en 1925, y fallecido en Madrid el pasado mes de octubre, era Licenciado en Filosofía, Ciencias Naturales y Teología, y en 1966 se doctoró en Ciencias Biológicas con una tesis relacionada con los elefantes.

Dada su amplia formación, sus contribuciones no se limitan sólo al campo de la paleontología en general, sino también a las de la arqueología prehistórica, geología del cuaternario y paleontología humana.

Trabajó durante años en las terrazas del Manzanares de Madrid, dedicándose, especialmente, al estudio de los proboscídeos (elefantes) fósiles.

Además, fue director del Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid y su trayectoria ha estado ineludiblemente unida a la de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, cuyas excavaciones dirigió entre 1976 y 1991, siendo uno de los impulsores más destacados del sitio arqueológico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.

Asimismo, desarrolló la creación de un equipo interdisciplinar español que, desde entonces, ha colocado los estudios sobre estos yacimientos singulares en la élite mundial de la investigación, una labor reconocida con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica Técnica, en 1997.

Es coautor del libro La Evolución, de 1966, junto con los paleontólogos Miguel Crusafont y Bermudo Meléndez, en el que despliega un ferviente alegato de la Teoría de la Evolución.

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