La historia está siempre ligada a la figura de grandes hombres, pero es importante señalar que grandes mujeres también fueron partícipes de ella y en Madrid, en concreto, encontramos el caso de mujeres importantes y anónimas formando parte de la historia de nuestra capital.
Reinas, actrices, escritoras, pintoras... En la vida cotidiana, pero también la vida política, cultural o artística de mujeres que dieron todo por un Madrid siempre vivo.
Algunas fueron las grandes mecenas, que dejaron su impronta en el patrimonio madrileño, como Juana de Austria, hermana de Felipe II, mujer culta y aficionada a la música y las bellas artes, que en una vida de sacrificio tuvo que dejar su matrimonio y su hijo para volver a España y gobernar en ausencia de su hermano, para, posteriormente, fundar el Monasterio de las Descalzas Reales, centro religioso y, a la vez, importante fondo histórico y artístico, siendo, como se indica en su página, “un espacio único para evocar a los Austrias españoles de los siglos XVI y XVII”.
Y es que arte y mujer están íntimamente ligados a Madrid desde siempre. Desde Rosario Weiss, discípula y continuadora de la pintura de Goya; las hermosas miniaturas de Teresa Nicolás Parody o los bodegones de Adela Ginés y Ortiz.
Mujeres como Conchita Figuera que demostrando sus dotes no solo para la música, sino para el arte, adoptó el nombre de Luis Larmig, tal vez para disipar los prejuicios sobre la valía de las mujeres en un mundo aún para hombres.
Llegado el siglo XX, el panorama artístico femenino madrileño se nutre con grandes nombres. María Luisa Pérez Herrero, que nos dejó un buen ejemplo de la mejor pintura de paisaje, al igual que María Revenga. O Margarita Manso, madrileña de adopción, fuerte y extravagante, abrió un camino para las mujeres artistas, pionera de las 'Sinsombrero'. Hoy la recordamos como uno de los estandartes de nuestro arte de vanguardia. Como también recordamos con cariño y tristeza la reciente pérdida de Ouka Leele, primera figura del mundo de pintura, la fotografía, la poesía y del arte en general, no sólo de Madrid, sino a nivel internacional.
Los escenarios nos trajeron también grandes nombres de actrices madrileñas. Quizá la más conocida fuera en su día 'La Calderona', ya que así era conocida María Calderón, actriz de renombre, amante de Felipe IV, madre de Juan José de Austria y mujer de triste final. Siglos después, el teatro recogería la figura de otra gran actriz y empresaria madrileña, María Guerrero.
Hubo algunas que llevaron su nombre por bandera a aquellos espacios que habían estado reservados a los hombres, como el caso de María de la Salud Bernaldo de Quirós, primera mujer en conseguir el título de piloto de aviación, sólo siete años después del primer piloto varón. También lo hizo Juanita Cruz, pionera en el mundo del toro, que luchó por estar en un ruedo. O Faustina Valladolid, la ciclista madrileña más importante de los años 30.
Todas ellas marcaron, con nombre y apellidos, notables insignias para Madrid, un antes y un después.
Pero, no podemos olvidar a aquellas mujeres anónimas que también conforman la historia de nuestra ciudad, aquellas de las que tanto hemos oído hablar, aunque desconozcamos sus nombres: las lavanderas, las taberneras (de donde, si no, vendrá el dicho "se armó la marimorena”, si no es de María Moreno, regente de una taberna), las modistillas de San Antonio, las amas de cría, las cigarreras, las primeras taquilleras del metro y las telefonistas. Un Madrid siempre vivo, un Madrid en clave de mujer.