"Nos estamos volviendo más homófobos y más racistas, es la realidad. España antes era un país mucho más abierto", lamenta Larrañaga en una entrevista, en la que señala a los discursos de odio, el "constante enfrentamiento" y a la educación de los hijos "en base a directrices políticas" como motivos de esta situación.
La educación de los niños en familia es uno de los temas que aborda 'Laponia', donde la intérprete se mete en la piel de Mónica, quien junto a su pareja, Ramón (Iñaki Miramón), y su hijo de cinco años, Martín, viaja a Finlandia para pasar la Navidad con su hermana, Nuria (Mar Abascal), su pareja, Olavi (Juli Fabregas) y la hija de estos, Aina, quien cuenta a su primo que Papa Noel no existe. Esta verdad llevará a las dos familias a un enfrentamiento en el que contrapondrán sus maneras de educar.
Así se abrirá también el debate sobre la verdad y las mentiras, que para Larrañaga son "a veces necesarias". "No creo en los 'sincericidios' en absoluto. La diplomacia está por encima, gracias a eso evitamos guerras", apostilla al respecto.
A su juicio, "no existiríamos sin mentiras", por lo que cree que el debate real está en si determinadas mentiras están o no justificadas: "Yo sí creo en las mentiras, pero hay que revisar cuáles hacen daño y se deben evitar, y cuáles evitan daños".
La directora de la obra, Tamzin Townsend, coincide con la actriz, con la que ha trabajado varias veces. "La verdad no es tan buena, hay verdades que te puedes ahorrar y mentiras piadosas que están bien, yo creo en ellas", subraya.
Con Laponia, idea de Cristina Clemente y Marc Angelet, Townsend apuesta por ese teatro que tanto le gusta, "el de pasarlo genial, estar, pensar y, al acabar, tener un poco de debate". Y es que, asegura, se trata de una obra "inteligente", que despertará lo que ella denomina "la risa del conocimiento -reírte, porque son cosas que te pasan-", lo que llevará a una reflexión y conversación tras la presentación.
Todo ello vendrá impulsado por un humor ácido, pero no cruel, pues, dice, marca ahí sus límites. "Cada uno tiene que poner sus límites al humor", apunta al respecto de este otro debate.
Por su parte, Larrañaga se muestra más tajante: "El humor no tiene que tener límites, es ficción absoluta, pura y dura". "Hay una cosa que se llama el mando a distancia (para cambiar de canal) o no ir a los sitios, esa es la única censura en la que creo", defiende también la actriz, amante de este género y más en el teatro.
Precisamente, las tablas se han convertido en un lugar "más agradecido" para ella que otros en los que antaño fue habitual, como la televisión, donde se ponen en juego otras cuestiones como la popularidad, hace hincapié, si bien avisa de que la gran oferta de producciones deriva, hoy en día, en que los actores pasen también desapercibidos en la pantalla chica o las plataformas.
En el teatro, Larrañaga ha encontrado su hogar. "Te ve menos gente, pero es donde yo soy más feliz. Es como una empresa familiar, compartes con gente que adoras la ilusión de los proyectos", aplaude, para agregar que, además, es un espacio "mucho más tranquilo" para las mujeres "a partir de una edad".
En este sentido, critica que las mujeres "interesen menos" a las producciones al llegar a cierta edad, aunque admite haber asumido esta situación desde hace tiempo. "Es algo que yo he visto en las mujeres de mi familia", relata, pues, nieta de María Fernanda Ladrón de Guevara, hija de María Luisa Merlo y sobrina de Amparo Rivelles, todas actrices, creció en el ambiente artístico.
No sabe si llegará a vivir un cambio en este sentido, pues, de momento, considera que los jóvenes seguirán haciéndose con el protagonismo, al ser el consumidor "fundamentalmente joven". Sin embargo, reflexiona sobre un vuelco en las producciones audiovisuales, en este y otros aspecto, a causa del "agobio" derivado de la elevada oferta y de que no haya "nadie que tenga voz propia". "Sí, puedes decir que has hecho 1.000 películas, pero a lo mejor son todas iguales...", concluye.