Las estatuas, situadas en el arco central del Puente de Toledo, y sus casalicios -los templetes barrocos que las albergan- pasaron por un proceso de restauración, que se inició el pasado 7 de marzo.
Tanto el puente como las esculturas han sufrido un deterioro progresivo, que hizo necesario llevar a cabo numerosas obras de restauración. Las primeras tuvieron lugar en el primer tercio del siglo XIX y les siguieron diversas actuaciones en los años 50-60 y 90 del siglo XX.
En la última intervención, finalizada en el año 2015 con asistencia técnica del Instituto del Patrimonio Cultural de España del Ministerio de Cultura, se realizó un tratamiento completo de limpieza y consolidación de los casalicios de granito y las esculturas.
La intervención actual contempla los ensayos necesarios para el estudio del estado de la piedra, la determinación de productos de actuaciones anteriores y la comprobación de la eficacia de los tratamientos de limpieza e hidrofugación a realizar.
En las esculturas y los templetes barrocos que las cobijan se han llevado a cabo trabajos de limpieza superficial a base de brochas finas y aspiración, reposición de morteros dañados, microsellado, hidrofugación y protección de elementos metálicos que presentaban oxidación.
En los casalicios de granito se ha realizado una revisión minuciosa de la estabilidad de todos los elementos y se han cosido con varillas de fibra de vidrio y con resina epoxi los fragmentos sueltos o deprendidos, a la vez que se ha sellado la superficie con mortero de cal.
El puente de Toledo, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Monumento en 1956, es una de las obras más representativas del barroco castizo madrileño. Fue construido entre 1718 y 1727 por el arquitecto Pedro de Ribera, que con este trabajo inició una serie de intervenciones urbanísticas encargadas por el corregidor de la Corte, el marqués de Vadillo, que le convirtieron en el autor más influyente en la arquitectura madrileña del momento.
Las estatuas, que se encuentran ubicadas sobre el pretil mirándose directamente, fueron realizadas por el escultor Juan Alonso Villabrille y Ron, por encargo de Pedro de Ribera. Estos elementos, de rica y diversa ornamentación tallada, constituyen un trabajo que contiene muchos de los rasgos más representativos del estilo barroco madrileño.