Pintoras, escultoras, actrices, pensadoras, novelistas... Mujeres y todas ellas artistas. A través de su arte, desafiaron las normas sociales en la España de los años 30. Sin embargo, sus nombres son poco conocidos o no tan estudiados como otros grandes de la Generación del 27, uno de los movimientos artísticos e intelectuales más importantes de la historia cultural española.
Sus miembros son ampliamente conocidos. Pero, ¿por qué en su extensa nómina no aparecen figuras femeninas? ¿Es que las mujeres no podían ser artistas en aquella época? Nada más lejos de la realidad…
Este grupo de mujeres, conocido con el nombre de 'Las Sinsombrero', eran mujeres artistas, nacidas entre 1898 y 1914. El nombre corresponde al gesto de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca, en la puerta del Sol.
Madrid fue la ciudad donde la gran mayoría de ellas residieron, estudiaron y desarrollaron su actividad artística. Abiertas a nuevos conceptos de modernidad y a las corrientes de vanguardia que provenían de Europa, recuperaron también la tradición popular.
A través de una ruta virtual, visitamos los lugares emblemáticos de la capital donde tuvieron protagonismo estas mujeres artistas e intelectuales en el Madrid de los años 30. Son edificios importantes en la medida de que es la historia de los personajes olvidados los que ocuparon ese espacio.
Comenzamos el recorrido del paseo por la Casa de las Siete Chimeneas, un simbólico edificio –con leyenda incluida y que, actualmente, es el Ministerio de Cultura y Deporte–, situado en la plaza del Rey del distrito de Centro. Desde la dictadura de Miguel Primo de Rivera hasta el inicio de la Guerra Civil, fue la primera sede del Lyceum Club Femenino, una importante asociación cultural destinada a defender la igualdad de oportunidades y la incorporación de la mujer al mundo de la educación y el trabajo, del que María de Maeztu fue su fundadora y presidenta, quien, tras conocer el Lyceum de Londres, trajo la idea a Madrid.
María de Maeztu fue una pedagoga y humanista española. Además, impulsó también otros proyectos, como la Residencia de Señoritas, entre 1915 y 1936. Su dominio de varios idiomas le permitió desarrollar una interesante tarea como traductora. Finalmente, murió exiliada en Argentina a los sesenta y seis años.
Como fundadora del Lyceum, si bien desde un principio ella abogaba por un club mixto, tuvo que aceptar el reglamento internacional que regía en Europa. Aunque no estaba prohibida la entrada de hombres al club, ellos podían usar la biblioteca, los salones, el laboratorio, pero no pertenecer a la junta directiva.
El Lyceum tenía como objetivo fomentar el espíritu colectivo de las mujeres y ser también un lugar abierto a las mujeres casadas, que no querían tener como único horizonte las cuatro paredes del hogar.
Maeztu organizaba cursillos, conferencias, conciertos y exposiciones a cargo de intelectuales, científicos y de artistas nacionales y extranjeros. García Lorca leyó allí su libro Poeta en Nueva York y dio en sus salones la conferencia Imaginación, inspiración y evasión en poesía; también Unamuno leyó su drama Raquel encadenada.
Seguimos el recorrido hacia el Instituto Cervantes, situado en calle de Alcalá, para recordar a María Zambrano. Filósofa y escritora, participó en las Misiones Pedagógicas de la II República, que llevaron cultura y educación a zonas recónditas de España. Amigas y amigos de Zambrano eran parte del profesorado: Antonio y Manuel Machado, María Lajárraga, Elena Fortún, Miguel Hernández y García Lorca.
En 1936, junto a su esposo el historiador Alonso Rodríguez Aldave, vino el primero de varios exilios y destierros entre América Latina y Europa. Ejerció de profesora de filosofía, dando conferencias y publicando artículos y ensayos.
María fue de las pocas mujeres plenamente reconocidas por la intelectualidad española después de la dictadura, recibiendo los premios Príncipe de Asturias (1981) y Cervantes (1989), además de otras numerosas distinciones de instituciones nacionales y extranjeras.
"En la poesía encontramos directamente al hombre concreto, individual. En la filosofía al hombre en su historia universal". (María Zambrano)
Nos alejamos en dirección a Cibeles y tomamos la mediana del paseo del Prado hasta llegar a la glorieta de Neptuno. Desde allí se pueden ver los hoteles Ritz y Palace, un poco más lejos, el Museo del Prado. Tres vértices de un amplio triángulo en las que otras Sinsombrero dejaron huella: Zenobia Camprubí y María Teresa León.
Zenobia, que fuera secretaria en el Lyceum Club Femenino y, además, una brillante escritora, traductora y lingüista. Admiradora de la artesanía española, Zenobia y su amiga Inés Muñoz, crearon una sociedad para exportar a Estados Unidos labores de mujeres de provincias extremeñas y andaluzas, cuya venta repercutía directamente sobre las artesanas.
Abrieron dos boutiques con estas piezas, una en Estados Unidos y otra en el barrio de Salamanca, llamada Nuevo Arte Español, que estuvo abierta hasta 1984.
En 1918, junto a Katherine Bourland, María de Maeztu y Rafaela Ortega y Gasset, abrieron en diversas corralas de Lavapiés y Embajadores, ‘La Enfermera a Domicilio’, donde enseñaron a las mujeres a prestar primeros auxilios. Cuando estalló la Guerra, muchas de aquellas madrileñas se dirigieron al Palace y al Ritz –que se habían convertido en hospitales para los soldados– para prestar su ayuda. Un episodio trágico de nuestra historia que vivió de niña otra mujer ilustre: Gloria Fuertes.
Además, la Camprubí fue una de las primeras mujeres en tener el carné de conducir –llevaba un Chevrolet por todo Madrid– y viajó sola por innumerables países, incluida China. Aunque su bagaje personal y profesional quedó eclipsado por su matrimonio con el Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, con quien colaboró activamente hasta el final de sus días (tres días antes de un galardón que Juan Ramón nunca recogió por el pesar de la muerte de su esposa) en el desarrollo y difusión de su obra literaria.
Nos acercamos al Teatro de la Zarzuela, declarado Monumento Nacional en 1998 e incluido en la lista de Bienes de Interés Cultural de Madrid. El Teatro de la Zarzuela es el centro de creación artística del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), que tiene por cometido fundamental recuperar, conservar, revisar y difundir el género lírico español y, en concreto, la zarzuela.
Recordamos en este lugar a María Teresa León, quien desempeñó en el mismo una laboriosa actividad como vicepresidenta del Consejo Central del Teatro y directora del Teatro de Arte y Propaganda durante la Guerra Civil. Conocida por ser esposa del escritor Rafael Alberti, no sólo fue también una gran escritora, sino que, además, ayudó a salvaguardar muchas obras de arte durante la guerra (como Las Meninas o El Conde-Duque de Olivares, de Velázquez), que corrían peligro por los incesantes bombardeos que sufría la capital.
Continuamos esta ruta virtual hacia el Congreso de los Diputados y nos detenemos para evocar la lucha dialéctica entre dos amigas, Victoria Kent y Clara Campoamor, para conseguir el voto femenino. Allá por 1931, las mujeres podían ser diputadas, pero no votar.
El 31 de septiembre de 1931, Victoria Kent, considerada la primera mujer abogada de España, subió al estrado para defender su postura “el voto femenino debe aplazarse, lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal". Por su parte, creía que la mayoría de mujeres aún no estaban preparadas para ejercer el voto. Primero había que formarlas y alejarlas de la influencia de la iglesia y de las clases conservadoras.
Mientras, Clara Campoamor apostaba por el acceso de la mujer a las urnas sin condiciones. "Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros". Su discurso fue decisivo para conseguir el sufragio universal femenino y, por primera vez en España, las mujeres mayores de 23 años pudieron acceder a las urnas en los comicios del 19 de noviembre de 1933. A pesar de ello, ninguna de las dos salió como diputada.
Nos dirigimos a la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en plena calle de Alcalá, donde se formó Maruja Mallo, la artista de pintura surrealista, considerada como artista de vanguardia de la Generación de 1927. Viajó por todo el mundo, se codeó con los grandes de su tiempo (Éluard, Warhol o Breton) y, además, era muy enamoradiza –tenía especial predilección por los poetas, como Rafael Alberti o Pablo Neruda–.
Mallo tenía la idea de que, si dejaba de pintar, podría volver a España y, lamentablemente, así lo hizo, aunque cuando regresó en los años 60, nadie se acordaba de ella. Lo peor de todo es que, cuando contaba sus interesantes vivencias, nadie la creyó.
Otra artista olvidada, Marga Gil Röesset, de la que siempre se dijo que se había suicidado (a los 24 años) por amor al poeta Juan Ramón Jiménez. La que fuera niña prodigio (era escritora e ilustradora y, a los siete años, escribió y dibujó su primer relato, aunque su pasión era la escultura en granito), realizó unos magníficos dibujos que influenciaron a Antoine de Saint-Exupèry –al que conocía– para su obra El Principito.
Finalizamos en la puerta del Sol, donde tuvo lugar la anécdota que ha inspirado la denominación de este grupo de mujeres como 'Las Sinsombrero'. El gesto, mencionado al comienzo de esta ruta virtual, lo protagonizó Maruja Mallo y sucedió así...
Un día, en el Madrid de los años 20, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Margarita Manso y Maruja Mallo pasearon por la puerta del Sol quitándose el sombrero. Esta actitud transgresora pretendía romper la norma y, metafóricamente, en ausencia de la pieza que tapa la cabeza, liberar las ideas y las inquietudes.
El mismo Jorge Luis Borges se hizo eco de esta práctica en su artículo Los intelectuales son contrarios a la costumbre de usar sombrero. Una de las mujeres que protagonizó la anécdota, Maruja Mallo, la explica de la siguiente manera: “Un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí quitarnos el sombrero, porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas y, atravesando la Puerta del Sol, nos apedrearon llamándonos de todo”.
Fue entonces, cuando Maruja y Margarita fueron al Lyceum, donde contaron lo ocurrido. “En solidaridad con sus amigas, muchas deciden ir a puerta del Sol y repetir el gesto. Cuando les preguntaron el porqué, respondieron: porque las ideas tienen que ser libres y deben tener espacio para fluir”.
Otras mujeres influyentes tuvieron cabida en esta época, pero no es posible mencionarlas todas en un solo artículo.