El otoño se asocia con el empeoramiento o la aparición de algunos trastornos que afectan a la salud mental debido a factores biológicos y a factores ambientales.
Según señala el Dr. Alberto Bullón Sáez, jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo, “la reducción de las horas de luz solar, las alteraciones de los ritmos circadianos, las bajas temperaturas y el menor tiempo dedicado a actividades al aire libre o a actividades sociales o los cambios en la dieta o en la actividad física son algunos ejemplos que pueden afectar al estado de bienestar psicológico”.
– Disminución de la luz solar: la reducción de horas de luz natural en otoño afecta a los ritmos circadianos, que regulan el ciclo sueño-vigilia y otras funciones fisiológicas. La exposición limitada al sol disminuye la producción de serotonina, un neurotransmisor clave en la regulación del estado de ánimo y aumenta los niveles de melatonina, una hormona que promueve el sueño. Este desequilibrio puede generar síntomas depresivos y ansiosos.
– Alteraciones en los ritmos circadianos: los ritmos circadianos, que se sincronizan con el ciclo de luz y oscuridad, son esenciales para la homeostasis emocional. En otoño, los cambios en el ciclo de luz alteran la actividad de la glándula pineal, afectando tanto el sueño como el estado de ánimo. Esta desregulación puede desencadenar episodios de ansiedad y depresión.
– Inflamación y sistema inmunológico: se ha observado que la inflamación sistémica juega un papel importante en los trastornos depresivos. Durante el otoño, el sistema inmunológico puede activarse en respuesta a infecciones estacionales (como el resfriado común), lo que aumenta la producción de citoquinas proinflamatorias. Estas citoquinas pueden alterar los niveles de neurotransmisores, como la serotonina y dopamina, exacerbando los síntomas de ansiedad y depresión.
– Aislamiento social: el clima más frío y la disminución de las actividades al aire libre típicas del otoño tienden a aumentar el aislamiento social, lo que puede agravar los síntomas depresivos y ansiosos. La falta de contacto social tiene efectos negativos en la regulación emocional, debido a la reducción de hormonas como la oxitocina, asociada con la conexión social y el bienestar.
– Estrés estacional: los cambios en las rutinas laborales y escolares pueden incrementar el estrés, un factor importante en la exacerbación de los trastornos de ansiedad. El estrés crónico altera el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), incrementando los niveles de cortisol, lo que está relacionado con el empeoramiento de los síntomas de ansiedad y depresión.
– Cambios en la actividad física: en otoño, la actividad física suele disminuir debido al clima, lo que impacta negativamente en la salud mental. La reducción del ejercicio afecta a la liberación de endorfinas y la neurogénesis, procesos clave en la regulación del estado de ánimo.
Sin embargo, el riesgo de padecer estos trastornos no se da igual en todas las personas, sino que aquéllas con predisposición genética a trastornos de ansiedad y depresión pueden ser particularmente sensibles a los cambios estacionales.
“Los estudios sugieren que la alteración en los transportadores de serotonina y ciertos polimorfismos genéticos relacionados con el sistema dopaminérgico aumentan la susceptibilidad a los síntomas depresivos y ansiosos durante el otoño”, asegura el experto.
La depresión relacionada con el otoño, también conocida como trastorno afectivo estacional (TAE), es una forma de depresión que aparece de manera cíclica, típicamente durante los meses de otoño e invierno, y suele remitir en primavera y verano.
Esta condición se caracteriza por una alteración en el estado de ánimo que coincide con la reducción de las horas de luz solar, lo que desencadena síntomas depresivos, como sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza, fatiga y falta de energía, cambios en el apetito (generalmente, de aumento, especialmente por carbohidratos, lo que puede inducir un aumento de peso), problemas de concentración y dificultades para llevar a cabo tareas cotidianas, irritabilidad o aislamiento social y somnolencia excesiva o alteraciones en los patrones de sueño.
Para evitar este trastorno y mejorar la salud mental y el estado de ánimo, el Dr. Bullón alude a la importancia de incrementar en la medida de lo posible las salidas a la luz del día, mantener una rutina de ejercicio regular, seguir una dieta balanceada, aumentando la ingesta de alimentos ricos en omega-3 y evitando azúcares refinados, mantener el contacto social, mantener una rutina de sueño regular y dividir las tareas en metas pequeñas, para mejorar la motivación y combatir la inercia.
“No obstante, si a pesar de todo ello se intensifican los síntomas depresivos, la alternativa nunca es no hacer nada, sino que buscar ayuda profesional puede prevenir el deterioro de la salud mental por estos factores”, concluye el especialista.