El Libro Blanco de la Atención Temprana define ésta como el conjunto de intervenciones, dirigidas a los niños de 0-6 años –así como a la familia y al entorno– que presentan trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos, con el objetivo dar respuesta lo antes posible a sus necesidades, tanto transitorias como permanentes.
Se entiende por 'trastorno del desarrollo' una desviación significativa del curso del desarrollo, como consecuencia de acontecimientos de salud o de relación, que comprometen la evolución biológica, psicológica y social.
El riesgo biológico hace alusión a aquellos niños que durante el periodo pre, peri o posnatal, o durante el desarrollo temprano, han estado sometidos a situaciones que podrían alterar su proceso madurativo, como por ejemplo ser prematuros, presentar bajo peso o haber padecido anoxia al nacer; mientras que los niños de riesgo psico-social son aquellos que viven en unas condiciones sociales poco favorecedoras que pueden alterar su proceso madurativo, como pueden ser la falta de cuidados o de interacciones adecuadas con sus padres y familia, maltrato, negligencias o abusos.
“En este ámbito, la atención pediátrica de cercanía, a través de los programas de revisiones regulares y control del niño sano, juega un papel fundamental en la prevención primaria de los trastornos en el desarrollo y la identificación de situaciones de riesgo”, aseguran las Dras. Beatriz Iglesias Fernández y Richmod María Repgen, especialistas en pediatría del Centro Médico Quirónsalud Valdebebas.
Por lo que respecta a la prevención secundaria, a través de las visitas regulares al niño en los primeros años de vida y de los programas de control del niño sano, la observación directa del niño y la información aportada por los padres en una entrevista abierta a sus inquietudes y dirigida a obtener aquellos datos más relevantes, permitirán confirmar la normalidad del desarrollo infantil o establecer sospechas de desviación en el mismo.
Para ello resulta fundamental una correcta, sistemática y estructurada exploración física y neurológica, en la que se deben valorar el tono muscular, la presencia, ausencia o mantenimiento de reflejos, las actitudes posturales y la respuesta a estímulos sonoros y lumínicos.
Como herramienta de apoyo, pueden utilizarse escalas de valoración del desarrollo, con el objetivo de determinar si se consiguen o no determinados hitos en las diferentes áreas del desarrollo en las edades estandarizadas. En función de los resultados obtenidos, podrá determinarse la necesidad de un seguimiento más cercano y frecuente, la necesidad de realizar estudios complementarios o la derivación a otros especialistas o a un Centro de Atención Temprana.
A la hora de determinar cuál de las actuaciones descritas sería la indicada, el pediatra debería comprobar el diagnóstico a tres niveles: