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Ordenados frente a desordenados

Para un 36% de los encuestados, una de las causas más comunes de riña durante la convivencia es el orden de la casa, sobre todo, cuando se juntan personas muy ordenadas con personas que tienen tendencia al caos.

Mínimos de convivencia en tiempo de cuarentena (y después, también)

Redaccion | Viernes 17 de abril de 2020
El orden (o el desorden) nos traen a todos de cabeza. Según un estudio realizado por la compañía thyssenkrupp Home Solutions entre sus clientes y sus familias, se comprobó que para un 36% de ellos una de las causas más comunes de riña durante la convivencia era el orden de la casa, sobre todo cuando se juntan personas extremadamente ordenadas con personas que tienen tendencia al caos.

Pero si para los jóvenes es un motivo de discusión, para los mayores puede convertirse en una cuestión de seguridad que hay que cuidar. El porcentaje de las personas que se consideran ordenadas varía según la edad y el sexo. En la franja que iba de 50 años en adelante, los que se identificaban dentro del ítem 'organizados' constituían el 68,7% y de ellos, el 79,3% eran mujeres. De los 26 a los 49 años, el número de ordenados disminuía a un 52,3% siendo las mujeres también mayoría con un 64,5%.

Cuando comparamos estos resultados con los de la franja de edad de menores de 25, nos encontramos un cambio muy significativo, ya que, entre los más jóvenes, los ordenados representaban solo el 31% y el porcentaje de mujeres había descendido al 55,6%. Esta diferencia entre hombres y mujeres tiene una explicación simple por el cambio social de los roles asociados al cuidado del hogar y de la familia, que tradicionalmente han sido femeninos.

El estudio relativo al orden de los hogares arrojaba también un curioso dato: mientras las personas más organizadas colocaban sus libros por orden alfabético (65%) o por autor (73%) y dentro del autor, la mayoría por orden alfabético (68%), las personas con las que convivían y a las que consideraban desordenadas, directamente no los ordenaban (78%), pero los que 'relativamente' sí lo hacían era atendiendo a razones más emocionales, creando categorías como 'mis libros favoritos', 'los libros que leía con mis hijos', 'libros que me han regalado y no me gustan', 'libros para decorar' o 'libros por leer'.

Para los ordenados y para los desordenados, los expertos aconseja cómo establecer unos mínimos de convivencia para poder llevar el confinamiento de la mejor manera posible:

1. Negociar unos mínimos.

Debemos entender que una buena negociación es en la que todo el mundo gana. En marketing, a este tipo de negociación se le llama técnica win to win y se trata de que ambas partes salgan beneficiadas y ambas hagan concesiones. Para que la convivencia sea positiva, ambos tendrán que poner de su parte y negociar unos mínimos; los organizados tendrán que ceder en lo que realmente no sea imprescindible y los desorganizados aceptar que no todo puede estar manga por hombro.

Negociar con empatía y respeto siempre será mejor que imponer nuestro criterio sin más. Ya que vamos a pasar una temporada encerrados en casa con nuestros seres queridos, mejor que hagamos las cosas bien para que sigan siendo 'seres queridos' cuando todo esto acabe.

2. Ceder y mantener prioridades.

Socialmente, está mejor visto ser ordenado que no serlo y, por lo tanto, el desordenado suele estar más predispuesto a cambiar sus hábitos (o a intentarlo al menos) que el ordenado, pero hay una diferencia entre ser ordenado o tener una neurosis obsesiva. En este caso, si somos un tanto neuróticos, habrá que hacer por relajarse, porque obligar a los demás miembros de nuestra familia a vivir según nuestras normas es injusto e intrusivo, además de, probablemente, inútil.

3. Centrarse en lo importante.

Las zonas comunes son el caballo de batalla en el que debemos centrarnos. Intentar que todos los miembros de nuestra familia tengan sus habitaciones como a nosotros nos gustaría es una imposición que no es justa. Tampoco debemos sobrecargarnos de trabajo ordenando y limpiando las habitaciones de los demás para dejarlas a nuestro gusto, porque además de ser injusto, genera que esas personas descuiden sus quehaceres y se impliquen menos en la responsabilidad colectiva de atender un hogar.

Lo ideal es que cada uno se haga cargo de limpiar su cuarto y establecer un día semanal para hacerlo. En cambio, las zonas comunes deben recogerse a diario, para que todo el mundo esté cómodo y no haya que lamentar accidentes ni discusiones evitables. Además, se debe hacer entre todos y se podrán establecer rotaciones para que no tengamos que ocuparnos siempre de lo mismo.

4. Tener en cuenta a los más vulnerables.

En toda negociación hay que poner por delante las necesidades de las personas que lo tengan más difícil. Es sencillo hacer que todos los miembros de la familia lo entiendan cuando lo expresamos con lógica y no como una imposición. Por ejemplo, si tenemos un familiar que sufre algún tipo de deterioro cognitivo relacionado con la capacidad de recordar. En estos casos, el orden debe ser estricto para ayudar a que la persona afectada pueda desenvolverse con normalidad y eficiencia y no olvide cosas esenciales, como tomar su medicación.

Otro ejemplo son los problemas respiratorios, que suelen aumentar cuando se alcanza la tercera edad, y que actualmente suponen un riesgo extra, por lo que una casa con mucho polvo o sin buena ventilación puede agravar el problema.

También está la cuestión de que un objeto fuera de lugar puede suponer un grave problema si, por ejemplo, alguien se levanta por la noche para ir al baño y tropieza con él. Una caída con 80 años no es igual de leve que una caída con 8 y, por eso, debemos explicar a los implicados por qué este tipo de orden es importante.

5. No es orden todo lo que reluce.

No hay que confundir el orden con la limpieza. Una creencia extendida es que las personas desordenadas limpian menos, pero no siempre es así; las hay que no aguantan la suciedad y que, aunque tras usar cualquier objeto no sean capaces de devolverlo a su sitio, luego no toleren una mota de polvo entre sus libros amontonados por el suelo.

Por otra parte, un orden estricto tampoco es sinónimo de limpieza. Aunque la tarea de limpiar sea más sencilla cuantos menos objetos haya por en medio, puede que la persona ordenada no sea amiga de coger el plumero a menudo, por lo que podemos encontrar viviendas organizadas y las camas hechas desde primera hora, pero con una capa de polvo de cuatro centímetros y unas alfombras rígidas como planchas de uralita. Llegar a un consenso en 'orden vs limpieza' es fundamental para una convivencia saludable.

6. Seguridad y tiempo.

Mantener una casa ordenada puede ser esencial para la seguridad, porque no importa tanto la apariencia de la casa como el hecho de que el orden exterior produce también cierto orden mental, que será imprescindible para saber dónde hemos puesto, por ejemplo, la medicación y si nos la hemos tomado. Además, el tener la casa desordenada hará nos llevará a perder mucho tiempo tratando de encontrar objetos o ropa. Un tiempo valioso que podríamos estar usando para hacer algo más gratificante que rebuscar por todos lados, porque no recordamos dónde hemos puesto algo.

7. Establecer unas normas básicas que negociar:

- El que cocina, no friega después ni pone y quita la mesa.
- El baño se limpia dos veces a la semana y nadie debe dejar cosas por en medio (como la ropa sucia después de ducharse, las zapatillas o los cosméticos que haya usado sobre el lavabo).
- Los pasillos y las zonas de tránsito deben estar despejados para la seguridad de los mayores.
- Las personas con más dificultades de movilidad o de salud hacen menos tareas que las que están jóvenes y fuertes.
- Si hay un rol establecido que genera una injusticia (por ejemplo, que la abuela se encargue siempre de todo), se debe cambiar. No importa lo acostumbrados que estemos a eso. Una familia comparte las cargas y las abuelas también tienen derecho a un descanso.

Belén Galán, directora de Marketing y Comunicación de thyssenkrupp Home Solutions, explica que “seamos organizados o desorganizados, lo importante es establecer una buena comunicación, negociar con comprensión y empatía y que todos los miembros de la familia aportemos nuestro grano de arena. El coronavirus nos está haciendo vivir una situación única en la historia y la mejor manera de afrontarla es junto a nuestros seres queridos. Por eso, es el momento de que seamos solidarios y hagamos este trance más llevadero para todos, especialmente para nuestros mayores, que merecen todo el cuidado, respeto y atención con el que nos cuidaron a nosotros durante nuestra infancia o incluso más”.

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