Cada 2 de noviembre, México celebra una de sus fiestas más originales: el Día de los Muertos. Considerada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, en ella se rinde homenaje a los difuntos que durante esa fecha regresarán al mundo de los vivos para poder reunirse con sus seres queridos.
Este es el motivo por el que en cada casa se crea un pequeño altar con el que darles la bienvenida y en el mismo se coloca una ofrenda, que siempre incluye la comida y bebida favoritas del fallecido, calaveras, cruces, flores, fotos e incluso juguetes, ropa y joyas. Las familias acuden juntas a los cementerios, donde colocan velas para iluminar el regreso de las almas a casa y una vez de vuelta a sus hogares se preparan para degustar una comida tradicional en la que el producto más representativo es el pan de muerto.
El pan de muerto nació con la llegada de los españoles a México y sustituyó a los sacrificios con los que se conmemoraba este día entre los aztecas y otras culturas precolombinas.
Como nos explica Moncho López, de Levadura Madre Organic Bakery: “entre los pueblos prehispánicos, era práctica común conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacer a la vida. A los españoles estas costumbres les horrorizaron y decidieron cambiar la sangre, los huesos y las calaveras por un dulce con una forma lo suficientemente sugerente como para representar un esqueleto e incluso esa sangre de los muertos”.
El dulce se prepara a base de harina, huevos, mantequilla, leche, azúcar y ralladura de naranja. “Su sabor está a medio camino entre un brioche y el roscón de reyes, pero lo que distingue al pan de muerto es un particular forma de hogaza sobre la que se colocan unas tiras que simulan huesos, un copete para hacer las veces de cráneo y se espolvorea con azúcar coloreada de color rojo o bien una mezcla de azúcar y canela que hace las veces de sangre. Actualmente, es fácil encontrarlo relleno de multitud de cosas, desde nata a crema pastelera o trufa o incluso nutella, pero el dulce de toda la vida, no lleva ningún tipo de relleno”, añade Moncho.
Hay tantas recetas como estados en México y en cada lugar le dan un toque particular: algunos solo llevan azúcar, otros se barnizan de huevo y semillas de sésamo, otros se tiñen de color rojo… Esta forma redondeada con los huesecillos representando un cadáver y el azúcar espolvoreado es lo que hace del pan de muerto su característica más definitoria.