En la llamada sierra pobre de la Comunidad de Madrid se encuentra la población de Buitrago de Lozoya. Un pequeño enclave entre montañas y el valle del Lozoya, rodeado de embalses y bosques. Siempre vale la pena acercarse a un entorno que nos ofrece muchas oportunidades para disfrutar de la naturaleza y de los encantos de la villa, donde destaca su castillo.
En estos días se añade otro incentivo, ya que la Comunidad de Madrid presenta la exposición Picasso. Pasión por la cerámica, un recorrido por la relación del artista malagueño con el medio cerámico, a través de más de 30 piezas.
La exposición cuenta con piezas procedentes de diversas y prestigiosas instituciones, como el Museu Picasso de Barcelona, el Museo Casa Natal Picasso de Málaga, la Fundació Palau de Caldes d’Estrac, el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí de Valencia, el Museu del Disseny de Barcelona, el Thermalia Museo Caldes de Montbui o el propio Museo Picasso-Colección Eugenio Arias.
Picasso se interesó por la cerámica desde su adolescencia e hizo algunos ensayos en los primeros años del siglo XX. Fue a partir de 1947, cuando el artista realizó una gran producción de obra cerámica en la manufactura Madoura de Vallauris, en el sur de Francia, consagrándose a esta técnica casi en exclusiva hasta finales de 1948. Luego volvió a sus actividades habituales como pintor, grabador y escultor, combinándolas con la cerámica hasta 1971. Su producción se estima en unas 4.000 piezas, de las cuales 633 fueron objeto de ediciones de cerámicas múltiples.
El material cerámico ofrecía a Picasso un nuevo potencial. Nunca juzgó la cerámica como una forma de arte menor, ni como una mera decoración de los objetos, sino que su actividad consistía en un permanente desafío creativo con este medio artístico. Como evidencia de la interconexión entre pintura, escultura y cerámica, el artista intercambió todas las formas, técnicas o temas entre las diferentes disciplinas y medios artísticos que trabajó, considerando su obra como un todo orgánico.
Además de las propias formas que el artista había creado, también usó muchas cerámicas de la producción estándar de la factoría Madoura: platos, jarras, vasos y objetos, diseñados por Suzanne Ramié, la propietaria de la fábrica. Desde 1950 en adelante, Picasso utilizó incluso tejas, azulejos, fragmentos de cerámicas y formas utilitarias tales como vasijas culinarias o mobiliario del horno.
La exposición se estructura en tres áreas temáticas: tradición, metamorfosis e invención, en las que Picasso manifiesta su inquietud y emoción por este material. Picasso fue siempre consciente de los principios fundamentales de la cerámica, un medio que, desde el Neolítico, desarrolló una tradición reflejada en técnicas propias, procesos de trabajo y un repertorio formal muy específico. En este sentido, el malagueño creó una enorme cantidad de piezas que se inscriben en esta tradición, tanto a nivel técnico como conceptual o iconográfico, y que se relacionan con la cerámica tradicional, pero acercando el arte moderno al público a través de la familiaridad con estas formas cotidianas.
Partiendo de esta tradición, Picasso introdujo la metamorfosis en sus piezas cerámicas. Transgredió el medio a partir de la manipulación formal, transformando vasos cerámicos y platos en sujetos de representación, como son rostros, vasoscabeza o animales y faunos. Incluso recuerda, en ocasiones, el enfoque surrealista de trabajar con la ambigüedad de las formas, transformando así meros objetos en imágenes.
Tras la tradición y la metamorfosis, llega el momento de la invención, un ámbito en el que Picasso realizó importantes innovaciones en el uso de la superficie, el volumen o el uso del vacío como, por ejemplo, en la transformación de un plato en la representación de una plaza de toros.
Además, el artista enriqueció la cerámica con numerosas innovaciones procedentes de otros medios artísticos. En este sentido, una de sus grandes contribuciones fue la cerámica gráfica, utilizando una técnica de incisión análoga a las ediciones de sus grabados. Esto daría lugar, por ejemplo, a la producción de pâtes blanches (pastas blancas), que consistían en impresiones en relieve sobre arcilla blanca, de las que se pueden ver varios ejemplos en la exposición.
Se puede visitar en el Museo Picasso-Colección Eugenio Arias (Plaza de Picasso, 1. Buitrago del Lozoya) hasta el próximo 16 de mayo, con entrada gratuita.