El escritor Fernando Benzo propone al lector con su nueva novela, 'Los viajeros de la Vía Láctea' (Planeta), recorrer las cicatrices vitales que dejan los errores o fracasos de la juventud y que acaban forjando la madurez.
Veinte años son nada, cantaba Carlos Gardel, pero cuarenta igual ya sí… En su nueva novela, Fernando Benzo reflexiona y expone a un grupo de "maduros" que fueron parte de la ‘revolución de los años 80’, una generación que ahora tiene medio siglo a sus espaldas y que reflexiona sobre las muescas que el tiempo les ha dejado sobre la piel…
"Todos somos consecuencia de nuestra juventud y, a veces, pasamos el resto de nuestra vida intentando corregir errores, fracasos. Por eso, en esta novela he querido recorrer ese proceso. No somos los mismos con 50 años, pero somos consecuencia de lo que fuimos con 20 y ese viaje hacia la madurez consiste en ir curando nuestras propias heridas", afirma este madrileño de nacimiento (1965), que pasó su infancia en Sevilla, la adolescencia en A Coruña y la juventud, en Madrid.
En concreto, Los viajeros de la Vía Lactea pivota sobre los personajes de Blanca y Javi, dos más que amigos que viven su juventud en ese Madrid de los años 80, donde garitos como La Vía Láctea o el Penta eran templos donde peregrinar todas las noches. Y en ese ambiente es donde estalla esa suerte de meteorito que hace que estos dos universitarios, junto a sus amigos Óscar, Jorge o David, cambien sin que ellos sepan las consecuencias que tendrán en su futuro.
"Cuando miras para atrás, te das cuenta de que todo cambia en una noche", recalca Benzo (ex secretario de Estado de Cultura y recién cesado de su puesto como CEO de Madrid Destino) sobre el detonante de esta novela coral, donde pese a tener dos voces narrativas, la de Blanca y Javi, cuenta con el personaje de Óscar como hilo conductor.
Porque Óscar es esa persona que pulsa el botón rojo, ése que todo lo activa: "él marca la vida de los que le rodean, es un líder que condiciona el futuro de todos". Un perfil de esos seres humanos llevados sólo por la ambición, pero a los que el éxito les acompaña.
Es ésta una de las claves de la novela, porque, según Benzo, es cierto que hay dos voces narrativas, pero la tercera pata es un coro de personajes perfilados y poliédricos, cuyas vidas, a sus 20, 30 y 50 años, abordará el lector en paralelo.
Décadas en las que este grupo de personas dejan claro el valor de la amistad, ése que lleva implícito la lealtad necesaria para que se mantengan unidos hasta límites insospechados. "Todos son personajes inmaduros, que están continuamente huyendo -añade- y que no saben que la vida no se termina en la madurez".
Con una atmósfera repleta de canciones que los lectores reconocerán, algo a lo que Benzo ya tiene acostumbrados a sus lectores, en Los viajeros de la Vía Láctea el escritor también vuelve a situar a Madrid como escenario de esta trama en la que se ha puesto a prueba con algo que hasta ahora le daba "miedo": ponerse en la piel de un personaje femenino.
"Saber ver el mundo femenino es difícil, pero la forma de medir la vida de una mujer me resultaba más atractiva, porque soy muy pro mujeres. Para mi, era muy difícil el personaje de Blanca, pero al final se acaba deslumbrado por ella. Es una mujer que ha cometido muchos errores, pero los sabe masticar", reconoce el autor.
Plagada con pasajes donde demuestra que tiene sentido del humor, pese a que en su vida como cargo público "no se note", Los viajeros de la Vía Láctea ha sido la novela que "menos trabajo" le ha costado. Es así porque en cada uno de los personajes hay un poco de él, afirma, pero también porque se trata de una novela que ha escrito para él.
"Es la novela que me apetecía leer, es una historia escrita para mí, porque es un símbolo de mi generación y, por eso, en estas líneas me descubro en los sitios menos sospechados", concluye Benzo, que cuando era universitario también tuvo una Vespa roja y pasó muchas noches en La Vía Láctea.