Los amantes de la música clásica están de suerte con el fantástico fin de semana –uno más– que ofrece Fundación Excelentia en el Auditorio Nacional de Música, en el distrito de Chamartín.
Este sábado 8 de noviembre, a las 19.30 horas, en la Sala de Cámara, la Orquesta Clásica Santa Cecilia, con la dirección de José Luis López Antón y con la guitarra de Alejandro Hurtado, interpretarán una de las obras españolas más conocidas: el Concierto de Aranjuez, que será precedido por la Sinfonía nº 2, de Beethoven, y varias piezas cortas como la obertura de Los esclavos felices, de J. C. Arriaga: Obertura Los esclavos felices, la Gran jota de Tárrega y Romanza del Concertino para guitarra, de S. Bacarisse.
El domingo 9 de noviembre otra fantástica sesión doble, con la Sinfonía núm. 5 ‘Reforma’, de Mendelssohn, y la inmortal Sinfonía núm. 9 ‘Coral’, de Beethoven, de nuevo con la Orquesta Clásica Santa Cecilia y la Sociedad Coral Excelentia de Madrid, dirigidas por Robert Farkas y con solistas de gran prestigio, como Ekaterina Sadovnikova, soprano; Luis Gomes, tenor; Olga Syniakova, mezzo y David Cervera, bajo.
Contraste entre dos mundos
El primero de los conciertos propone un hermoso contraste entre dos mundos: por un lado, la energía luminosa y vital de un Beethoven joven que ya se asoma a la grandeza; por otro, la melancolía cálida y evocadora del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, una de las obras más queridas del siglo XX. Dos lenguajes distintos, dos sensibilidades, pero una misma fuerza interior: la de la emoción hecha música. Y una muestra de tesón y superación por dos genios aquejados de sordera y ceguera, que no les impidió crear obras maestras.
Cuando Beethoven compuso su Segunda Sinfonía, en 1802, vivía un momento crucial de su vida. Tenía poco más de treinta años y empezaba a enfrentarse a un drama que marcaría su destino: la sordera. Aislado en el campo, en el pueblo de Heiligenstadt, escribe una carta desesperada –el famoso Testamento de Heiligenstadt–. donde confiesa su sufrimiento. Y, sin embargo, de esa oscuridad nace una música llena de luz, energía y vitalidad.
Con esta sinfonía, Beethoven da un paso decisivo hacia el Romanticismo, sin abandonar del todo la elegancia clásica. Es música que mira hacia el futuro, que desafía el destino con una sonrisa y un impulso de esperanza.
El embrujo de Aranjuez
Y después de la fuerza 'beethoveniana', llega el embrujo de Joaquín Rodrigo. El Concierto de Aranjuez no sólo es la obra española más interpretada en el mundo: es también una de las más bellas declaraciones de amor a la guitarra y a la emoción.
Rodrigo la compuso en 1939, en plena posguerra, evocando los jardines del Palacio de Aranjuez, ese lugar donde el arte y la naturaleza parecen conversar. La escribió ciego, pero con una sensibilidad visual impresionante: cada nota parece pintada con luz.
Su música nace de la pena –Rodrigo la escribió tras la pérdida de su primer hijo–, pero transforma el dolor en belleza pura. Es, en definitiva, un viaje interior. Nos recuerda que la música puede ser consuelo, memoria y emoción; que, incluso en tiempos difíciles, siempre hay lugar para la luz.
Dos compositores, dos tiempos, una misma verdad: Beethoven y Rodrigo, cada uno en su mundo, nos enseñan que la creación artística es una forma de vencer la adversidad. Que incluso en la oscuridad –ya sea la sordera o la pérdida– puede florecer la belleza más luminosa.