Los millennials, conscientes del cambio climático, enfrentan una paradoja entre sus valores sostenibles y unos hábitos de consumo impulsados por la inmediatez, según describe Alberto Bajjali, CEO de Amovens en este artículo de opinión.
Con cada generación, crece la conciencia sobre la urgencia de actuar frente al cambio climático y la necesidad imperiosa de transformar nuestros hábitos de consumo. Sin embargo, esta preocupación creciente choca frontalmente con la realidad: nuestras prácticas de consumo, profundamente arraigadas y moldeadas por un sistema que promueve la inmediatez y la abundancia, no reflejan esos ideales. En el centro de esta paradoja se encuentran los millennials: una generación que, aunque abanderada de la sostenibilidad, enfrenta contradicciones constantes entre sus valores y sus hábitos de consumo diarios.
Nacidos entre principios de los años 80 y el 2000, los 'millennials' son la primera generación completamente digitalizada. Amantes de la rapidez y la eficiencia, viven conectados las 24 horas del día. Esta hiperconexión no sólo define cómo se relacionan con el mundo, sino también cómo consumen y toman decisiones de compra, que suelen estar guiadas por la inmediatez, la accesibilidad y una búsqueda casi instintiva de lo práctico.
Los millennials se han involucrado en iniciativas que promueven un estilo de vida más sostenible, como el consumo de ropa de segunda mano, el impulso de la economía circular y su activa participación en protestas por el clima. Esta generación está considerada como la más consciente: el 66% cree firmemente en el cambio climático y reconoce la responsabilidad humana en este fenómeno.
Se destacan como los principales usuarios de iniciativas de economía colaborativa y de empresas que promueven la economía circular y fomentan un uso más responsable de los recursos, como Vinted, Too Good to Go o Amovens. Estas plataformas ofrecen soluciones accesibles para reducir el desperdicio y maximizar el aprovechamiento de lo que ya existe, alineándose con el deseo de muchos jóvenes de adoptar un estilo de vida más sostenible.
Sin embargo, esta generación no está exenta de contradicciones, por un lado, existe una creciente conciencia ambiental, por el otro, el sistema de consumo, con su enfoque en la inmediatez y las ofertas tentadoras, sigue siendo un motor poderoso del consumismo extremo.
Las estadísticas revelan un choque evidente entre sus valores y sus hábitos, ya que por ejemplo momentos como el 'Black Friday' continúan alimentando patrones de consumo que perpetúan los mismos problemas que buscan combatir. La atracción por los grandes descuentos y la facilidad de las compras digitales a menudo deshacen, en un solo clic, gran parte de los esfuerzos por un consumo más responsable. Es aquí donde emerge lo que podríamos llamar la 'paradoja verde'.
Esto nos lleva a una cuestión clave: ¿está esta generación realmente siendo hipócrita o son las empresas las que, a través de estrategias persuasivas, terminan desviando sus intenciones responsables hacia el consumo desenfrenado?
Yo tiendo a creer en lo segundo. Como sociedad, actualmente estamos configurados para que fenómenos como el 'Black Friday' tengan carta blanca, reforzando un modelo de consumo voraz que resulta difícil de resistir. Lo que compramos se ha convertido en una extensión de nuestra identidad, mientras que los referentes culturales predominantes, como los influencers, a menudo basan su influencia en la promoción constante del consumo.
A esto se suman temporadas de descuentos masivos, la obsesión por la entrega inmediata y una mentalidad de 'comprar ahora' qué sigue dominando el panorama. En otras palabras: los jóvenes están en una situación imposible, donde se espera que sigan una brújula ética y verde y rechacen siglos de cultura consumista, mientras son constantemente antagonizados por las empresas y la cultura que los rodea.
El problema no radica en que las empresas deban dejar de hacer negocios, sino en cómo lo hacen. Es fundamental encontrar el punto de equilibrio con las nuevas generaciones, integrando la sostenibilidad y la economía circular en sus productos y servicios. En lugar de centrarse únicamente en bajar precios o saturar con publicidad agresiva, las empresas deberían asumir un papel más proactivo en facilitar elecciones responsables. Solo así podrán alinear sus estrategias con las aspiraciones de una generación que valora tanto el impacto ambiental como la accesibilidad.
En conclusión, los millennials representan una generación que, aunque profundamente inclinada hacia la sostenibilidad, se encuentra atrapada entre sus aspiraciones y las limitaciones de un sistema que prioriza la conveniencia y el consumo masivo. Sus actitudes reflejan una chispa de cambio, pero sus acciones, muchas veces condicionadas por factores económicos y de comodidad personal, demuestran que todavía queda un largo camino por recorrer hacia un modelo de consumo verdaderamente verde.
Aunque han tomado la delantera en la lucha climática, no pueden ni deben asumir esta responsabilidad en solitario. Para que sus intenciones se traduzcan en un impacto real, es imprescindible que tanto las empresas como los gobiernos construyan un marco que haga del consumo sostenible una elección viable, accesible y atractiva para todos. Solo a través de un esfuerzo conjunto será posible convertir estas visiones compartidas en una realidad tangible.