La educadora sexual y autora de ‘Eso no es sexo’, Marina Marroquí, aporta en su libro herramientas para trabajar la educación afectiva con adolescentes, en un contexto en el que se han incrementado las denuncias, pero también la violencia cometida por menores.
'Violación grupal', 'abusada', 'pederastia' o 'incesto' son cuatro de las búsquedas que más vídeos ofrecen en las principales páginas de pornografía, un análisis hecho por la educadora social especialista en violencia de género Marina Marroquí, que alerta del peligro que supone que los adolescentes estén construyendo su deseo y su educación sexual a través del 'porno'.
Una de las evidencias más alarmantes de esta situación son las agresiones grupales, avisa Marroquí en una entrevista. La educadora, que ha publicado recientemente su segundo libro, Esto no es sexo, relata que en su generación, nacida tras el crimen de las niñas de Alcasser, las madres les pedían que caminaran por la parte de dentro de la acera, para poder entrar en un portal y que no las metieran en un coche. Pero, ahora, las adolescentes “van por la parte de fuera, para que no las metan en un portal”.
El nuevo perfil del agresor
Las víctimas siguen siendo ellas, pero el agresor ha cambiado. “Ahora son chavales majos, que podrían ser tus colegas, que siempre defienden que son buenas personas”, retrata la autora, quien también apunta a la juventud de los atacantes.
Marroquí destaca que el hecho de que los adolescentes graben estas violaciones es una prueba más de que están influenciados por el 'porno'. “Los graban para subirlos a la red, porque los vídeos amateurs son de los más buscados, aunque las imágenes puedan ser una prueba en su contra en el juicio”.
“Estamos ante una generación que no sabe lo que es el sexo”, avisa Marroquí. Y la educadora expone que para la mayoría de los más de 120.000 jóvenes que han pasado por sus talleres y conferencias “el sexo lleva asociado coger del cuello, tirar del pelo, escupir o llamar puta a la pareja”.
La edad a la que empieza a consumirse pornografía a través de las redes, que ronda los ocho años para los hombres, es uno de los factores que normalizan estas prácticas.
Consumo de 'porno' entre jóvenes
“A los 12 años ya consumen pornografía de forma habitual y prácticamente diaria”, resalta Marroquí. Es en ese tramo de edad cuando “se está construyendo el deseo”. “Lo que se vincule con la sexualidad entre esos años es lo que te va a excitar el resto de su vida”, avisa.
Según la autora, el 88% del porno conlleva violencia contra las mujeres, lo que genera que los adolescentes “construyan su deseo viendo como pegan, humillan y destrozan a las mujeres”. “Van a necesitar esa violencia el resto de su vida”, lamenta.
“El porno viene a darles respuestas a preguntas que ellos todavía no se han hecho. Antes de que les guste alguien, se den la primera mano o el primer beso, han visto 700 violaciones múltiples, torturas y bukakes”, concreta Marroquí, quien advierte que a la edad en la que se inicia el consumo de pornografía, también es el principal momento de construcción de la empatía.
Es en ese tramo de edad cuando “se desarrolla la capacidad de sentir el dolor de otra persona”, explica la educadora. Y subraya que la exposición a la violencia extrema durante dicho proceso, impide la correcta formación de la empatía.
Impacto en las adolescentes
“Estamos ante una generación de chavales ecologistas, animalistas, y súper concienciados socialmente, pero que, cuando ven a una chica llorar mientras cuenta cómo la violaron, su cerebro no sienta absolutamente nada”, critica.
No obstante, Marroquí asegura que la peor parte se la llevan ellas. Las adolescentes empiezan el consumo de 'porno' alrededor de los 13 años, pero lo hacen “para conocer qué es eso de lo que sus amigos llevan hablando tanto tiempo, para aprender cuál es su papel y para saber hacer lo que ellos con esa edad ya piden”, concreta.
Marroquí también alerta de que el porno vende la aceptación de este tipo de prácticas denigrantes y violentas contra las mujeres como una manera de ser “más libre y más empoderada”.
“Nuestra generación ya ha gemido mientras nos llaman puta o nos tiran del pelo, porque el 'porno' está construyendo ese deseo y las chicas entran en ese juego para excitar a su pareja, en vez de hacer que los chicos se cuestionen qué excitación le puede producir escupirles o insultarlas”, enfatiza.
Más educación sexual
El único camino para solucionar esto es “una educación sexual que compita con la estimulación y el atractivo que da el porno” a los adolescentes, asevera la educadora, quien pide que ésta no elimine la “diversión y el placer” de la ecuación, ni se limite a expandir el miedo a las enfermedades e infecciones transmisión sexual o al embarazo.
“Démosles a los adolescentes la capacidad de reflexionar, la asignatura de educación sexual que se merece y que necesitan”, exige la autora, quien advierte a los padres de que si no se educa a los menores en lo relativo al sexo, ese espacio lo suplirá el 'porno', cuyas enseñanzas “solo benefician a los violadores y a los pederastas”.
La ‘normalización’ de la violencia sexual
La ley del Solo Sí es Sí recoge, precisamente, la necesidad de implementar la educación sexual para prevenir la violencia. Marroquí destaca que es positivo, pero cree que se necesita una educación sexual y afectiva reglada en las aulas.
“Yo no puedo cambiar la ley educativa, porque aún no me dejan, pero soy educadora social y sí puedo diseñar la asignatura que creo que es urgente”, agrega. Por ello, en su libro se pueden encontrar diversas actividades para trabajar con la familia e incide en ir a la raíz del problema. “Al final, esta normalización de la violencia sexual no es únicamente culpa del porno. Estamos en toda una sociedad que lo construye y lo erotiza, y lo acaba haciendo romántico”, puntualiza.
Entre los mensajes de esa normalización de la violencia de la que habla, menciona desde letras famosas de canciones hasta películas y series. “No haré nada que tú no quieras”, destaca de la famosa serie 365 días, en la que un hombre secuestra a una mujer y finalmente se enamoran.
Afirma que, en los talleres, cuando la pone de ejemplo, las jóvenes suelen verlo como algo romántico. “A lo mejor el machismo nos está metiendo un gol ahí por la escuadra, con este tipo de mensajes”, incide. Pero, antes de llegar a estos ejemplos, pone otros, como los cuentos de las princesas Disney o los estereotipos en videojuegos de violencia.
Remarca que la juventud necesita que le hablen en su idioma; “bajarnos de este pedestal de valores que creemos que tenemos, porque es que están pagando un precio altísimo”, subraya. Hacerlo también va a permitir que puedan denunciar casos de abuso y hablar con sus familias con normalidad, ya que muchas veces temen decepcionar al contar alguna situación de violencia que les haya ocurrido.
“Las familias tienen que tener en cuenta que esto les pasa prácticamente a todas; reciben fotos de penes por parte de desconocidos, peticiones para quedar, reciben acoso…”.