Se encuentran en un pésimo estado de conservación, han perdido multitud de elementos originales y han sido vandalizados y expoliados. Es lo que tienen en común los dos nuevos monumentos madrileños que acaban de ser incluidos en la Lista Roja de Hispania Nostra.
Se encuentran en un pésimo estado de conservación, han perdido multitud de elementos originales y han sido vandalizados y expoliados. Es lo que tienen en común los dos monumentos madrileños que acaban de ser incluidos en la Lista Roja que elabora la asociación Hispania Nostra, con más de 1.100 monumentos españoles que se encuentran en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores.
Antigua fábrica de aceite, de Morata
Se trata de una antigua fábrica de aceite situada a las afueras de la localidad. Es un edificio de planta rectangular, con tejado a dos aguas y de una sola planta; está realizado en mampostería y ladrillos.
En el interior, un zócalo de azulejos blancos recorre las paredes del edificio. No existen elementos ornamentales, siendo una arquitectura funcional sencilla. Sobre la puerta de acceso se halla incrustado un cartel de cerámica blanca con letras azules que reza 'Fábrica de aceites'.
Cuenta con una chimenea, cuya función era conducir a capas de aire superiores los gases producidos por la combustión de las calderas de la fábrica. En su interior se encuentra la interesante maquinaria de hierro de gran envergadura, que llevaba a cabo el proceso de fabricación del aceite, la extracción y la molienda realizada por los molinos de piedra compuestos por muelas cónicas de granito, que aún se conservan.
No goza de ningún grado de protección legal y se encuentra totalmente abandonado. Dado su avanzado estado de deterioro, corre el riesgo de un colapso total. Hay una valla que impide el acceso al interior.
La techumbre ha cedido casi por completo y ha dejado al descubierto el resto del edificio, desprotegiéndolo ante eventos climáticos adversos; además, las paredes exteriores están descarnadas y han perdido parte del recubrimiento dejando a la vista el ladrillo.
Ha sido víctima de vandalismo (pintadas en sus paredes) y robo. En la parte interior, se observan restos de las vigas, así como de otros elementos de la techumbre caídos; la maleza inunda el espacio, todavía quedan restos de azulejos blancos en la mitad inferior de las paredes y la maquinaria que se conserva en su interior está completamente oxidada.
El aceite constituye una de las señas de identidad de los morateños; actualmente es uno de los productos agrícolas de la zona que más se comercializa. En el libro de Jesús Antonio de la Torre Briceño Historia de la Villa de Morata de Tajuña se señala que “el olivar ha sido uno de los cultivos característicos del territorio de Morata, favorecido por las condiciones climáticas, las características del suelo y la constitución accidentada del término”.
Cuando la Compañía de Jesús se establece, en 1602, en la cercana localidad de Arganda, inició una política de compra de parcelas rústicas que transformó, poco a poco, en viñedos y en olivares, expandiéndose sus posesiones también por el término de Morata, a partir de 1640.
Esta situación es la que propicia que se cree la fábrica de aceite, de la que apenas hay datos históricos, sin embargo, una de las máquinas tiene una inscripción del fabricante que reza: 'Fundiciones Fernando Alba, Córdoba 1930', por lo que se puede aproximar la fecha de creación de la fábrica a principios del siglo XX o finales del XIX.
Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza (Torrelaguna)
Esta ermita es considerada como el santuario mariano más antiguo de la Comunidad de Madrid, ya que tiene su origen en época preislámica. De ella, sólo han llegado a nuestros días sus ruinas y la casa del ermitaño del antiguo barrio visigodo de Caraquiz, en las afueras de la Villa.
Parece que pasó por diferentes manos. En la Edad Media era propiedad de la Orden del Temple, pasando posteriormente a manos al arzobispado de Toledo y siendo otorgada a la Orden del Císter de Malacuera.
En 1511, fue cedida a los franciscanos de Torrelaguna. Alrededor de 1950, la III Asamblea Nacional de Hermandades la declaró Santuario Nacional de Peregrinación Campesina, momento en que se decidió que se llevara a cabo su reconstrucción, algo que, sin embargo, no llegó a realizarse entonces. En 1976, dejó de pertenecer a la Iglesia y fue vendida a un particular.
Es de una sola nave de planta rectangular con un ábside cuadrangular en la cabecera. Aún conserva la espadaña, así como parte de los muros y del arranque del ábside, todo ello del siglo XVII. Estaba separada la zona lega y litúrgica por medio de un iconostasio, del que aún se conservan restos. Cerca de los pies de la cabecera se disponen tres arcosolios y en la zona litúrgica quedan enfrentados dos de ellos. Además, la ermita contaría con un coro y un púlpito en el segundo nivel.
El suelo original del edificio estaba compuesto por grandes losas de piedra. En uno de las puertas del iconostasio se sabe que existió una rejería metálica y a su vez, debajo de uno de los arcosolios, se constata la existencia de un acceso a una pequeña cripta excavada en el suelo y cubierta por una bóveda velada.
Predomina el uso de la piedra caliza y tanto la bóveda como los revestimientos laterales son de ladrillo enlucido. En la zona del ábside aparece un arco fajón y se observa una cimentación del edificio a base de canto rodado y recubierto por un zócalo doble de grandes sillares de piedra caliza.
Por otro lado, el edificio adosado a la ermita en su zona norte fue construido posteriormente.